Desde La Labriega a Covadonga. Real Sitio y Cuna de nuestra historia y fe.

Basílica de Covadonga

Desde La Labriega a Covadonga nos separan 37 km. Es uno de los lugares emblemáticos de Asturias. Más allá de las creencias religiosas de cada uno, hallaréis un lugar rodeado de un halo de devoción.

Respeto, leyendas, historias e Historia, y sobre todo algunos rincones que suelen pasar desapercibidos y vamos a descubrir desde aquí.

Cuando accedemos a Covadonga solemos centrar la atención en la Santa Cueva y en la Basílica, dejando de lado otros rincones que no siempre son reconocidos.

Vamos a realizar una visita sin prisas. Disfrutándola.

En 2018 hemos celebrado el año del Centenario de la Coronación Canónica de la Santina, como todos los años, miles de peregrinos visitaron el Real Sitio. Fue un Año Jubilar Mariano de especial significado.
Vamos a descubrir distintos lugares dentro del Real Sitio.

El Parque del Príncipe, un verde remanso de paz a los pies de la Santa Cueva y de la Basílica

El Parque del Príncipe es un auténtico remanso de paz a los mismos pies de la Santa Cueva y de la Basílica. Recibe este nombre en recuerdo de Alfonso XIII, que visitó Covadonga cuando aún era Príncipe de Asturias, en 1902. Volverá como rey en 1918 para la Coronación Canónica de la Virgen.

El Parque del Príncipe es un exquisito pulmón en el corazón de Covadonga donde podréis caminar, relajaros, y plasmar imágenes que os resultarán inolvidables porque el marco no tiene parangón. Este año 2019 será sometido a una rehabilitación integral. Una nueva puesta en valor.

El parque es un auténtico jardín del Edén, con una frondosidad increíble donde podremos disfrutar de la sombra de los árboles propios del bosque atlántico. Está surcado por el río Covadonga y en un tranquilo paseo nos encontramos puentes, fuentes, cascadas de singular belleza. El antiguo Mesón de Peregrinos también lo encontramos en este enclave.

El Mirador de los Canónigos, ideal para la vida contemplativa

Por la carretera que sube a los Lagos, y a escasos metros del inicio de esta famosa subida de montaña, a vuestra mano izquierda, os encontráis el llamado Mirador de los Canónigos. Si subís en coche fuera del Plan de Regulación de Accesos, hay un cómodo aparcamiento, justo a tu mano derecha.

El Mirador de los Canónigos recibe ese nombre porque antaño fue una de las atalayas preferidas por los canónigos de Covadonga para contemplar con tranquilidad el Santuario, y entregarse al reposo y la conversación.

En la actualidad el mirador es uno de los lugares preferidos por los turistas y peregrinos para tener una visión distinta del Real Sitio y para hacer un alto en la ascensión a Los Lagos, famosos no solo por su natural atractivo sino por ser uno de los finales de etapa míticos de la Vuelta ciclista a España.

El cementerio de Covadonga, un recinto donde se respira eternidad

En las proximidades de la Cueva, al lado de uno de los leones, encontramos una senda verde, ideal para recorrer a pie, y a los pocos metros descubriréis el cementerio de Covadonga, que por su entorno boscoso y la antigüedad de algunos de sus enterramientos es otra joya para descubrir.
El cementerio tiene un precioso altar de piedra y una capilla, y en el camino de entrada veréis una antigua cruz, cuya inscripción la data en el siglo XVII. Esta cruz fue durante mucho tiempo la que marcó la entrada al recinto santo de Covadonga, y desde hace un par de décadas marca la entrada al camposanto.
En el cementerio de Covadonga, el tiempo parece acariciar el aire con vocación de eternidad…, y sin duda es uno de esos lugares que no os dejarán indiferente.

La campanona, una obra de arte con un romántico pasado

¿Os imagináis una monumental campana de tres metros de alto y cinco mil kilos de peso? Pues en Covadonga la encontramos. Está ubicada en las inmediaciones de la Santa Cueva, en un lugar alto, donde también tenéis espléndidas vistas de la Basílica y del histórico Hotel Pelayo.

Además, la “campanona” de Covadonga atesora una romántica y artística historia. Y es que esta sorprendente campana se funde en La Felguera (Langreo) a finales del siglo XIX, por la Compañía Asturiana de Metalúrgica, propiedad del ingeniero austríaco Arnaldo de Sizzo, Conde de Sizzo-Noris.

En 1900 viaja a la Exposición Universal de París, y allí recibe el primer premio en su categoría.
La campana fue donada al Santuario de Covadonga en los años cincuenta. Cuando te acercas a ella, los bajo-relieves esculpidos por el italiano Francesco Saverio Sortini sobre el hierro son sencillamente espectaculares, sorprendentes, todo un universo de historias clásicas, tanto cristianas como paganas.
No puedes irte de Covadonga sin disfrutar de esta gran obra de arte.

La Basílica a la cual llegamos por la Vía Sacra.

La Basílica de Santa María la Mayor de Covadonga, llama la atención por muchas razones, pero hay dos que destacan a simple vista: una es su tonalidad rosácea, tanto en el exterior como en el interior. Otra es el lugar donde está enclavada, en lo alto de un risco rodeado de un bosque que termina en el fondo de un valle.

La Basílica, de estilo Neorrománico, no está exenta de moderada solemnidad, pero al igual que ocurre con la Cueva, es un templo que impresiona sobre todo por el entorno y por la armónica combinación de todo el espacio del Real Sitio.

Contemplada desde el triforio, que en las primeras décadas del siglo XX fue palco para las familias que ejercían de mecenas del Real Sitio, la Basílica es de una proporcionada belleza.


Siempre es un lugar concurrido, lleno de vida, donde se mezclan peregrinos, turistas, curiosos y personas del mundo entero, que deambulan por la propia basílica y por su explanada.

La cripta de la Basílica, un espacio muy especial.

La cripta de la Basílica de Covadonga es un espacio muy especial, y como tantos lugares en el Real Sitio guarda fascinantes historias.
Las obras de la cripta fueron dirigidas por Roberto Frassinelli, a día de hoy es lo único que queda en el Real Sitio de la mano de este personaje apasionado y apasionante que tanto contribuyó a dar a conocer los Picos de Europa y su entorno.

Anécdota curiosa y prueba de la vinculación histórica de la monarquía española con Covadonga es el hecho de que el primer barreno para iniciar las obras de esta cripta fue disparado por Alfonso XII el 2 de julio de 1877, hace ya ciento cuarenta y dos años.
Por supuesto y como no podía ser de otra manera, la Asturias indiana tiene presencia e influencia en Covadonga y una muestra de ello es el altar de mármol de la cripta, que fue donado por Antonio Monasterio, asturiano residente en Cuba.

Sobre este altar luce una virgen de marfil, que le da un aire distinto y cosmopolita a una cripta que tiene algunas obras notables de imaginería, y cuya luz natural se cuela a través de unas vidrieras, y que cuenta además con un enorme confesionario.
Veremos más tradición indiana en el Real Sitio.

La Colegiata de San Fernando, el edificio más antiguo del Santuario de Covadonga

La Colegiata de San Fernando data del siglo XVI, y es la construcción más antigua que existe en Covadonga. Fue inicialmente la iglesia del Real Sito, para transformarse con el tiempo en monasterio y casa de novenas.

El edificio, que veréis a la derecha de la Cueva si miramos desde abajo, antes de subir las escaleras de acceso a la Santa Cueva, tiene un aspecto sobrio, que no llama demasiado la atención, porque la mirada se centrará inicialmente en la Cueva, la cascada o la poza.

Si nos paramos tranquilamente a contemplar el entorno de la gruta, percibimos la armonía de todo el conjunto, la sencillez de la colegiata, su preciosa fuente monumental y la visión de la Basílica desde ella.

Una cascada sagrada y una fuente con leyenda

En vuestro paseo por el Parque del Príncipe, una de las maravillas que descubriréis será una cascada que hay justo en los aledaños del gran risco en el que se ubica la Basílica. El salto de agua es impresionante tanto por su potencia como por su orografía, y el entorno es absolutamente envolvente, divino, como si de una cascada sagrada se tratara.

La Fuente de los Siete Caños, es un lugar ideal para todos aquellos que se dejan seducir por las leyendas de amor.
De la roca verdosa, rica en musgos y líquenes, brota el agua a través de una cruz de la Victoria tallada en esta pared natural, y cae sobre una pila que cuenta con siete caños, y de los caños el agua va a una balsa de piedra…

Existen unos famosos versos de la tradición astur que resumen el espíritu legendario de esta fuente tan especial:
La Virgen de Covadonga
Tien una fonte muy clara
La moza que d’ella bebe
Dentro del añu se casa…

La fuente sigue el mismo estilo escultórico que otras piezas del Santuario. Si queréis que se cumpla el encantamiento, tendréis que beber de sus siete caños…
El “chorrón”, la cascada del río Covadonga, cuya agua embalsada bajo la Santa Cueva, da forma a una singular poza donde la tradición nos dicta lanzar una moneda pidiendo un deseo.

La Santa Cueva, donde la sencillez impera

La Cueva de la Virgen de Covadonga os llamará la atención por su sencillez, al mismo tiempo que por su originalidad. Desde allí la Santina mira hacia fuera, hacia todos.
En la Cueva, además de la imagen de la Virgen y los enterramientos regios de Pelayo y su esposa, llamarán vuestra tención una capilla enclavada en la roca.

De estilo Neorrománico la capilla es un espacio para el Sagrario. Antaño se utilizó para los oficios durante la época invernal, justamente cuando hace más frío en Covadonga y no hay presencia masiva de visitantes y peregrinos.

La capilla es realmente un espacio muy agradable, de tono intimista, donde las maderas doradas y policromadas, obra del artista valenciano Juan García Talens, crean una atmósfera de recogimiento y meditación.

La exedra que rodea a La Santina

La exedra es obra del orfebre Juan José García Quiles, discípulo del presbítero Félix Granda, quien fue autor de las coronas de La Santina y el Niño Jesús para la Coronación Canónica de 1918.
Está realizada en cobre dorado, con forma semicircular y en dos niveles, en su nivel superior, una arquería con clara influencia de la arquitectura del Prerrománico asturiano.

Se instaló en 1954 tras la imagen titular, y muestra en su nivel inferior los estilizados altorrelieves de los monarcas asturianos Pelayo, Alfonso I, Fruela, Alfonso II, Ramiro I, Ordoño I y Alfonso III el Magno. Esta exedra de respeto tras el altar y trono de la Virgen dibuja,

Del mismo modo que hablábamos de la huella indiana en la cripta de la Basílica,
hace unos años que todo este conjunto artístico de la Santa Cueva, fue restaurado a expensas del Centro Asturiano de Caracas.

La emigración a América, de la que muchos somos deudores, es signo testimonial del amor de los emigrantes asturianos a Santa María de Covadonga. Muestras de ello podremos encontrarlas en el Museo del Tesoro, donde entre otras piezas se custodian la Corona de la Virgen y del Niño.

Los leones que flanquean nuestro paso

Los leones que flanquean el acceso a la Basílica, frente a la esplanada previa al estanque bajo la Santa Cueva se les suele atribuir su autoría a Pompeo Marchesi, discípulo de Antonio Canova, pero es bastante improbable ya que Marchesi fallece en 1858.

La obra de éstos se encarga en 1899 por Juan García Naviera, indiano gallego oriundo de Betanzos que emigrara a Argentina, y a su vuelta comienza la construcción en su villa natal de su finca “El Pasatiempo”, para donde encarga los leones.

Tras la muerte de Juan García Naviera y la Guerra Civil la finca sufre distintos avatares, con el devenir del tiempo a finales de los sesenta, tras las grandes reformas del Real Sitio,  en la primavera de 1970  que los leones se adquieren por 500.000 pesetas a Juan Jesús García Iribarne, hijo del fundador de “El Pasatiempo”.

El Obelisco, donde cuentan que D. Pelayo fue proclamado rey

Cuentan algunos cronistas y eruditos de la intensa y densa historia del Real Sitio de Covadonga, que D. Pelayo fue elegido rey en El Repelao, justo a la entrada de Covadonga.
Tamaña gesta es recordada por un obelisco rematado por la Cruz de la Victoria, precisamente en El Repelao, topónimo por cierto vinculado al Rey Pelayo.

El Repelao es un lugar para hacer una parada, de la que llegamos o nos despedimos de Covadonga.

Podéis aprovechar para echar un vistazo a este obelisco, que fue instalado en la segunda mitad del siglo XIX en una visita de la familia real. Es el inicio del Real Sitio de Covadonga, el acceso a donde los asturianos de aquí y de ultramar en algún momento de nuestra vida hemos vuelto la vista.

Nos vemos en casa, en La Labriega, seguiremos contando historias y tradiciones. Compartiremos como siempre un rato distendido y ameno.

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